LEJOS DEL NIDO


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Emilio ha sido parte de esta casa desde el verano del 2000. Hace entonces poco más de 8 años que vivimos la aventura de alimentarlo cada 4 horas, día y noche, cuando tenía 2 semanas de nacido y su dueño nos habia advertido: si se lo llevan así de temprano, se les va a morir. – No tenía plumas, no podía levantar la desproprorcionada cabeza, sólo daba muestras de vida cuando era hora de comer. La comida había que empujársela con el dedo meñique hasta que se le formara un bulto en la garganta y empezaba el largo proceso de diger esa mezcla glanular amarillenta que habíamos comprado como receta especial para pichones “African Greys”. Mi hija Ursula se sentaba por horas con él, muy abrigadito, en su regazo. El resto del tiempo lo pasaba en su nido donde le habíamos instalado una calefacción “especial para pájaros”. Era verano, los chicos acababan de regresar de 2 semanas de entrenamiento de gimnasia en Wisconsin y el resto de sus vacaciones lo ocuparon en gran parte en la cría de Emilio.

Luego al ya pasar el tiempo, empezaron las sorpresas. Para mí por lo menos, se me hacía raro y admirable verlo comer, sostener el alimento en una patita e irlo desmenuzando poco a poco. Ciertas cosas o las remojaba en su recipiente del agua, o las depositaba por un rato allí hasta que se hablandaran para después comérselas “muy humanamente” con su mano – o su pata pues.

Pasados ya par de años, un día empezó a hablar. Por allá, cuando le daba la gana, repetía la mismas palabras: ¡Terry, Astián! ¡out! – el nombre precisamente de los dos perros que teníamos en la casa cuando los sacabamos al patio a hacer sus cosas. Su voz era idéntica a la mía. Ya no imitó a nadie más en la casa y solo aprendió de mi las frases de su repertorio, incluyendo las canciones que silva: The Yellow Submarine, O Sole Mio y Te Daré Niña Hermosa . Inglés, Italiano y Español, pa’que no joda. Y es mas, en una gripa mía, también empezo a toser, como un paisano cualquiera. Su agudeza llegó hasta el punto de reconocer el nombre no sólo de los perros, sino del resto de los habitantes de esta casa y de saludar a Ursula por su propio nombre cuando ella salía de su pieza por las mañanas. Y cuando suena el teléfono el grita “I get it” – (Yo lo contesto – para los que están aprendiendo Inglés.)

No es un pájaro estático, parado ahí cagando el palo. ¡No! – es parte activa de la vida y los sonidos de esta casa. En especial, empieza a hablar y a silvar cuando ve llegar a Roge de la calle. A la hora de comer nosotros hay que arrimar la jaula hasta el comedor, o si no es inaguantable el ruido y la silvadera allá atrás.

Frecuentemente mencionamos en nuestras conversaciones la longevidad que alcanzan estos animales y que después de nosotros, le tocará a Ursula tenerlo todavía largos años en su casa.

Pero como dicen, una cosa piensa el burro y otra el que lo esta enjalmando:

¡Hoy se voló el puto pájaro!

Estaba yo trabajando en el garage, organizando cachivaches, cuando llegó Roge del gimnasio y me dijo, sin vajarse del carro, que iba a la frutería a comprar algo para el desayuno y que ya volvía. Al oirla, Emilio voló de su jaula al garaje donde dudoso revolotió un momemento, e impotente lo ví pasar, alcanzar altura y perderse majestuoso en el aire. Roge estaba reversando, ni lo vió ni oyó mi gritería. ¡Maldita sea! – Se va a morir este pájaro en el frío invernal de hoy – y ahora ¿qué le digo a Roge? Se va a desmayar cuando regrese de la frutería. – La llamé a que se devolviera, pero oí sonar su celular en la cocina. – Bueno, decidí sacar la jaula al patio en el remotísimo caso que Emilio la viera y decidiera volver.

Roge... malas noticias. ¿Qué paso? Roge... se voló el pájaro.... ¡¿What?! ¡Shit! Lívida y temblorosa me dice: ¡Vamos a buscarlo! - ¿Pero buscarlo dónde Roge? - ¡Por aquí! ¡Vamos, vamos a buscarlo!

Decidí seguirle la corriente para darle tiempo de absorber el golpe. Emilio se fué para siempre, pensé. Ahora se va a pasar esta días llorando como cuando se murió Terry, nuestra mascota por doce años. No. Y espérese que Ursula sepa.

Nos pasamos dos horas, binoculares en mano, mirando a todos los árboles, pinos, ramas, alhambres, postes, techos, chimineas de las casas de vecindario, haciendo el recorrido muy despacio y estacinando el carro para escudriñar el cielo cada 100 ó 200 piés. – Como era de esperarse, ¡nada!

Vamos por aquí – dice Roge. Por aquí no hemos buscado. – Roge, esto ya está muy lejos. El pájaro se fué. Está muy frío. Ese pájaro tropical se muere en unas cuantas horas. I’m sorry. Pero tocó ceder a su insistencia: vamos pues. Despacio, mirando y parando en todas partes y los carros atrás pitando. Todo un drama en la misión imposible de localizar un pájaro entre miles en el cielo.

Pasaron lentos y frustrantes los minutos, las horas. Vámonos Roge. Vamos a la casa, vamos a desayunar y luego sales al patio al lado de la jaula. Si Emilio te ve, de pronto se regresa. Pues sí, decidimos terminar la búsqueda, - aquí ya no hay nada que hacer... pero espera... ¿no es ese Emilio? - ¿dónde? ¿dónde? – allá Roge. ¡allá! - ¡en la rama más alta del mundo! Su colita roja apenas era perceptible.

¡Hmmm! Esto va a ser peor, pensé. Lo encontramos, sí. Pero ahora ¿quién vaja ese pájaro de allí? Y ahora Roge se va a quedar hasta que el pájaro se vuelo otra vez o hasta que caiga congelado al suelo. Este frío esta muy verraco.

Corre, trae la comida del pájaro. Yo le hablo apara que no se vaya.

De nuevo – le sigo la corriente a la pobre hasta que ella misma caiga en cuenta de la imposibilidad de la tarea. – No solo traje la comida, sino que como pude me traje la enorme jaula colgando precariamente en la camioneta, muy despacio para que no se cayera al suelo mientras el carro avanzaba.

LLegué, bajé la jaula y la comida. Roge le seguía hablando. El pájaro permanecía impávido. Nada, no reacción. – Ahora solo falta que se vuele de esa rama y acá si va a ver un desmayo. Esta no va a aguantar verlo irse. – Bueno, por lo menos ayer lo cargué un ratico y le partí sus vegetales, decía muy desconsolada Roge. Y yo, impotente. ¿Qué puedo hacer? Silente testigo de esta extrana escena: una mujer gritándole a un árbol, una jaula gigantesca en el medio de la calle, y yo, con los binoculaers puestos en Emilio esperando que todo desencadenara en su levantada de vuelo y en su despedida final. “¿Pa’qué dejé esa puta puerta abierta?” – ¡Pobre mujer! Tan desconsolada que se ve.

A todas estas el pájaro nada. La gente pasaba, paraba y nos mirabam como diciendo estos dos estan deschavetados, unos seguían su camino, varios quisieron hacer rueda. Por favor, sigan: si hay gente extraña el pájaro no vaja. – ¿Que estoy diciendo? Es un pinche pájaro – ¡que va a vajar!

Llama a los bomberos a ver si nos ayudan. – Pues, pa que después no digan: llamo primero a la policía 911 Emergencia. Les explico el caso y les pido el número de los bomberos. – ¿Que qué? dice la operadora de los bomberos. – Pues que necesitamos una escalera de 200 pies para bajar un pájaro. Yo pago lo que sea el servicio de los bomberos. Pero necesito que suba mi esposa, no un bombero o el pájaro se va. De nuevo... no puedo creer las pendejadas que estoy diciendo. Esto es ilógico. Todo sea por que esta pobre no diga que no le ayudé.

Pues no. No podemos ayudarle, me contestan - LLame a Animal Control a ver qué le dicen.

Otra vez mis ojos puestos en Emilio. Roge gritando y la gente incrédula de lo que estaban viendo.¿Y el pájaro? Bien gracias. Ni se mosquiaba el desgraciado. Y nosotros acá abajo haciendo contorsiones.

Lo estaba mirando tan cerca con los binoculares! “¿Mammy good girl? ¿Mammy good girl?” le grité de repente uniéndome a la insanidad del momento. Pero reaccionó y voltió a mirarme. “¿Mammy good girl?” le grité más duro y con más insistencia. – Me seguía mirando y empezó a morderse las uñas como siempre lo hacía cuando algo lo asustaba o ponía nervioso. Se colgó de la puntita de la rama como un murciélago, y ahora sí nos veía y nos determinaba. “¿Mammy good girl?” Empezé a masticar unos “chips” a los que siempre respondía en la casa moviendo insistentemente su cabeza para que le diera. Ya colgaba de la alta rama, nos miraba cabeza abajo, se mordía las unas... ¿Alo? ¿Animal control? We need help here retrieving a bird from a tree... ¿you what? – coño... se soltó el pájaro. Viene para donde Roge... no lo puedo creer.

Sí... pero faltaba la puñalada trapera. – como una flecha aparece un falcón en las alturas y se le tira encima – vuela el plumero en el aire – que frustración nada que hacer... lo va a matar... revolotean y se pierden detrás de las altas vardas de una casa... se oyen tan cerca los deseperados chillidos de Emilio que, ¡oh sorpresa!, a los pocos segundos reaparece desesperado en el aire y se tira casi a los pies míos con el otro pájaro en su insistente ataque. A manotazos espanté esa puta alimaña y asustada voló dejando en paz a Emilio, que desde el suelo me miraba inmóbil. Este pájaro esta herido. Pero está vivo. Ahorita corremos con él donde el veterinario. Me acerque a cogerlo, pero Roge me grito... no, yo, yo lo cojo. Si se asusta contigo, vuelve y se va. Se acercó Roge, lo recogió del suelo y lo abrazó entre lágrimas y aplausos de la concurrencia. Lo metimos al carro, todas las ventanas cerradas. El pájaro estaba a mil y tembloroso picoteaba nerviosa y suavemente los botones de Roge. Nunca lo habíamos sentido tan humano. Parecía un niño. Lo examinamos y sangraba levemente entre las plumas del pecho. No era nada serio.

La jaula en la calle, una tonelada de comida regada el suelo, Roge llorando abrazada de Emilio, y la gente incrédula empezó a disiparse.

Me pareció que de arriba nos miraban. Levanté la vista y vi cien pajaros.

Pero maldita sea,
¡más vale un pájaro en mano que cien mirando!

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