¿Y esto es Nueva York?

Estaba en Queens, en la estation de la Elmhurst y al frente del edificio donde, según la dirección que traía yo, vivía mi amigo Agustín. Más que amigo, eramos conocidos del mismo barrio de Miraflores. Dudaba si esperarme unas pocas horas a que amaneciera, o tocar el timbre y despertar este hombre a las casi 3 de la mañana. - Me decidí por tocar el timbre del apartamento 6F... y por largo rato, pues casi no me contestan. ¿A quién necesita? - Agustín, soy yo, Guillermo. Un momento, Agustín está acostado. A los pocos minutos baja Agustín al primer piso y me dice un poco molesto que habia despertado a todos en el apartamento y que no podía atenderme hasta las 7 de la mañana. Que volviera a esa hora para que fueramos donde Esaú, que vivia cerca. - Valiente maricón fue lo único que pensé. ¡Y yo con este sueño, este trasnocho, este guayabo!

A esperar como un tonto sentado en mi maleta en la acera al frente de una tienda de unos griegos. Me decidí por desayunar algo pedido a señas y todo este tiempo pensando... “esto fué una pendejada venirme por aquí”.

Pasada las 7 me encuentro con Agustin y salimos para donde Esaú. Me llamaba la atención el olor tan peculiar del vecindario, el montón de carros, todos nuevos, parqueados en cadenas interminables a lado y lado de la calle y las casas tan pequeñas. Cuando llegamos, Esaú salía muy bañadito para el trabajo. Me entró a su cuarto y me dijo que nos veríamos por la tarde a su regreso. Se trataba de una alcoba dividida en tres por paredes de madera de triplex. A duras penas cabía una cama en esa perrera. Tiré mi maleta y mis libros en un rincón. Como sea, caí fundido hasta las 3 ò 4 de la tarde cuando me desperto un calor insoportable. No joda. ¿esto es New York?

Por la tarde veo de lejos llegar a Esaú. - ¿que te pasó? ¿te atropeyaron? Le pregunto al ver una hancha raya de grasa y harina grisasea metálica atravesarle la cara, la camisa, los pantalones. Parecía que le había pasado la llanta de un tractor por encima. Traía los ojos rojos y se notaba agotado. - Hermano, es el trabajo. Asi salgo todos los días. Me toca pulir y brillar piezas metálicas al frente de una máquina de poleas de papel de lija. Me pongo lentes protectores y un delantal, pero no escapo del polvero metálico que se levanta en esa pieza. Estoy aislado para evitar la suciedad en el resto de la factoría.

No, yo no voy a ser capaz, pensaba para mis adentros. Yo no me le mido a una cosa así.

Y ¿qué? ¿te pagan bien? - Eran como 75 dólares por semana. Después de pagar el cuarto, el bus y el tren, las comidas en la fábrica y los cigarrillos, le quedaban exactamente 19 dólares para sobrevivir.
Ante mi desilusión y mis protestas me pregunta Esaú: ¿y que querés güevón... una gerencia?

Ahí fué cuando tome la firme decisión de devolverme para Medellín. Iría por ahí a conocer New York, y cuando se me terminaran los dólares que traía emprendería el regreso antes de que empezara el semestre en la Universidad de Medellín. ¡Listo! Asunto arreglado.

Me alquilaron otra perrera a mi en la dichosa alcoba donde dormía mi amigo y bueno, ahí me instalé. Por lo menos tenía un lugar donde dormir y un baño y ducha que compartía con los otros 8 ocupantes de esa casa. Todos, muchachos colombianos, todos trabajando en factorías. De nuevo... ¿esto es New York? !No joda!

Llevaba una semana de horarios erráticos y falta de dormir. Pero por fín, esa noche dormí normal. Cuando desperté, la casa estaba vacía, todos andaban ya en sus labores esclavas en las fábricas de las afueras de Queens. Mi labor del día sería conseguir el libro de Inglés de Dixon, el que había estudiado con el Padre Carlos en Bogotá. Perfeccionaría mi Inglés antes de irme. Tengo un mes o dos por delante, pensé, antes de regresarme a Medellín.
Fué una odisea navegar en tren hasta Manhatan. La curiosidad de tantas cosas nuevas absorvió el día en lo que parecía un momento. Por la tarde ya había conseguido mi dichoso libro, en un enorme almacén de libros de segunda. U$ 2.00. Lo marqué con mi nombre y con la fecha: NY 22/7-70.

Cumplida mi tarea, el resto sería caminar y explorar esta enorme conglomeración de edificios, negocios, tiendas, almacenes. Después de horas de caminar en dedicada exploración noto el frecuente aviso de hoteles. Este me gusta. Este lo he oido mentar: Waldorf Astoria. Costaba a U$60 la noche... bien, pues me alcanza para un mes o dos acá mientras me regreso. TV a colores, control remoto, aire acondicionado, cuarto grandísimo y con ventana panorámica de vista a Manhattan. Pero lo mejor, la enorme y suave cama. Aquí si voy a dormir bien. Ahora voy y saco todos mis corotos de la perrera en Queens y me instalo aquí: en Park Ave. No, que atrasados estamos en Colombia. Todavia con TV en blanco y negro. Esto aca sí es vida. En el bar del hotel me tomé mi primer wiski: Four Roses and Seven-Up, la botella estaba allí al frente, mirándome sugestivamente.

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