MILAGROS LOS DOMINGOS

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Se trataba del primer viaje de Roge, mi esposa, a Colombia. Al salir yo de la sala del aeropuerto a buscar un taxi que nos llevara al hotel, el morocho, al verme solo, me ofreció que lo que necesitara, ¡listo patroncito! Que él me lo conseguía: hotel, apartamento, coca, semilla, putas - muchachos o muchachas - (muy jóvenes patroncito), eso si, blancas o negras, al natural o postizas.
Y que ¡bienvenido a Cartagena!

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Nos encontrabamos en la costa norte instalados en el Hotel Las Américas, un resort de 5 estrellas, (había que causarle una buena impresión del país a mi Mexicana) eso sí, muy dispuestos y decididos a disfrutar las delicias turísticas y la estadía en la tan famosa y ponderada ciudad de Cartagena.

En la mañana nos levantamos temprano a desayunar con los demás turistas (eran obviamente del interior - no se notaba ningún extranjero) y sus señoras o sus jóvenes y voluptuosas mozas todas llenas de joyas, todas ellas uniformadas de vestidos de marca y con el mismo logo del tigrito y todas ellas uniformadas también con sus protuberantes y exageradas tetas postizas de las que, con obvio orgullo, hacían gala: una escena para una pelicula de Woody Allen.

El siguiente día sería una muestra de cosas por venir.

Durante nuestra estadía en esta ciudad, Gema del Caribe, vivimos acorralados y acosados las 24 horas del día de basura, de mugre, y fétidos olores. Pero, peor aún, acorralados y acosados por un increible enjambre de imprudentes, agresivos y persistentes vendedores ambulantes, limosneros y mendigos, que te cierran el paso, te siguen, te persiguen, te tocan, te jalan, te exigen. Un puto avispero ofuscador y amenazante.

Al anochecer del tercer día, decidimos tomar un bus local a ir a conocer los barrios de la ciudad. Ruta: Campestre Castillo. (Sin saberlo, nos estabamos adentrando al tenebroso Cerro de la Popa, madriguera de ladrones, pandilleros y asesinos - donde, según el reportaje de YouTube, la policía solo viene a levantar los muertos.)

La entrada a los barrios y comunas de las colinas la marcaba una triste iglesia con un letrero rojo en la pared “Oración y Milagros Los Domingos”

Había sido un día feriado y a lo largo del recorrido había bullicio, música, trago y gente de color por todas partes. El calor en la buseta era extremo y el ruido de las cantinas y su ritmo y tempo de la pobreza, la música vallenata, ensordecedor. Ya en los barrios de las colinas las calles son muy estrechas, llenas de basuras y de cadáveres de cosas e impregnadas de huecos, baches, piedras, vidrios. Intenso edor a mugre y pobreza. No hay aceras. Las tortuosas y culebreras calles las comparten las busetas, montones de motocicletas de expectorantes motores, los famélicos perros callejeros, los vendedores ambulantes y un hormiguero de gente.

Las abarrotadas viviendas consisten en colmenas de minúsculos y rectangulares recintos incrustados en las colinas y todas tienen rejas de hierro alrededor de la casa, en las puertas y en las ventanas. En todas partes, las delapidadas y mugrientas casuchas ofrecen servicio de fotocopias y llamadas por celular a 200 pesos. Desde la buseta podíamos ver perfectamente el interior de todos aquellos paupérrimos y pestilentes lugares, iluminados por íngrimos y lánguidos bombillos, la gente semi desnuda para combatir el calor, y en una que otra casa se notaban pequeños televisores, pero en todas habían las mismas sillas blancas de plástico barato.

El recorrido del bus era lento, larval, a causa de la extrema estrechés de las vías, - trechas, las llamaría yo - el monton de peatones nocturnos, las motos y los huecos y las inclinaciones de las calles. Había llovido y las aguas convergían en tremendos y pútridos charcos que se formaban donde la geografía del suelo lo permitía.

Cruzamos al frente de una minúscula iglesia, muy coordinada de blanco y rosado: nunca falta en los barrios pobres: el epicentro de los melosos e inefectivos paliativos de los cristianos. Un Dios Una Iglesia Un Bautizo. – Se me ocurría… sería bueno entrar y enterarme a qué Dios cruel, insensitivo y miserable le reza esta gente. Imposible que sea el mismo Dios de los ricos y los turistas de Cartagena.

¡Coño! ¿Cómo pueden seres humanos sobrevivir así? -

Admirados observabamos todo alrededor. Las mini cantinas atiborradas de negros embriagados, sudorosos y brillantes. Todos sin camizas, todos sin zapatos desplegando enormes pies de callos y uñas petrificadas. Gente apeñuscada en medio de estruendosa música, ritmo de tambores y gritería alrededor de fritangas mugrosas y grasientas al borde del barranco. Nos impactó en especial notar, así de casualidad, un niño moreno descalzo y muy sucio, de la edad del nuestro, urgando y comiendo de las basuras.

¡Que pesar, que rabia, que impotencia!

La pobreza, el caos y la indigencia más hijueputas y más verracacas y desoladoras que pueda uno imaginarse en la vida.

Creaturas humanas a la deriva y evidentemente abandonadas por Dios. De este hueco negro no hay escape, pensé. ¡Cruel maldición pesa sobre esta gente!

A todas estas nos informa el fogonero ayudante del chofer, que el bus no iba a regresar a la ciudad y que debíamos bajarnos a tomar otra buseta de regreso. Senti que Roge, sobresaltada, me enterraba las uñas en el brazo ¿Bajarnos por aquí? – ¿¡Cómo así que bajarnos por aquí!? –

Mire, -me dice el fogonero - ahí viene una. Bájense, yo me quedo aquí mirándolos hasta que se suban.

La buseta venía repleta de negros, algunos muy borrachos. Todos los ojos se fijaron en nosotros. Nos subimos tranquilos – algo cavilosos, eso sí, pero tranquilos dentro lo que cabía. Yo ya tenía un plan (pendejo, pero plan) de emergencia. Si nos tocaba quedarnos por allí, correría a hablar con alguien de esas casas con buena reja y pedirle que nos dejara quedar allí adentro, sentados sin molestar a nadie, 5 ó 6 horas hasta que amaneciera, que yo le pagaría bien.

Me aterraba la idea pasar la noche en esa dantesca barriada de zombis con sus bocas eruptas de babaza blanca, ingestos de alcohol, de coca, de drogas. ¡Que hp peligro! Pero en fin: el mismo espectáculo las dos horas de bajada a la ciudad, parados y agarrados de las grasientas varillas de la tambaleante buseta.

Llegamos por fin a los límites de la comuna: estabamos vivos y en el terreno sagrado de la Iglesia de “Oración y Milagros Los Domingos”.

Esta gente, - pensé - posiblemente viene aquí los domingos a buscar a Dios ¡pero para mentarle la madre!

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Correo: gotocss@comcast.net

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Después de mi regreso hice lo que debía haber hecho antes de partir para allá: una búsqueda en Google y en YouTube acerca de lo que se ha convertido Cartagena. Encontré FANTASMAS EN LA CIUDAD DE PIEDRA. ¡Por esos barrios sin ley andabamos nosotros! Pero parecido vivimos en la Ciudad Vieja y en Bocagrande donde un hombre y una mujer nos arrinconaron y prácticamente nos asaltaron: que les dieramos dinero para que no nos robaran todo.

Si tiene internet rápido aqui está el reportaje de la Gema del Caribe (click)

FANTASMAS DE CARTAGENA


¿Dónde jodidos me fuí a meter yo, arrastrando a Roge conmigo?

En ese estúpido paseo nocturno literalmente arriesgamos la vida.


Torices, Carrera 14 #43-132 Telefax: 6665659
Cartagena de Indias, Colombia, Sur América
Si le nace ayudar,
llame a Nieve Jiménez de la Fundación Amanecer
Tel: 57-5-6665659

SALVE A UN COLOMBIANO. ¡UNO QUE SEA!

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Hermosa vegetacion en Cartagena

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